martes, 20 de octubre de 2015

En el coche de papá



Queridos lectores,

Hace tiempo un lector me envió un relato breve, sencillo en la forma y sobrecogedor de un modo íntimo en el fondo. Un relato sobre un camino que quizá algún día más de uno de nosotros seguiremos.

Les dejo con Carlos Vergara.

Salu2,
AMT


En el coche de Papá...

Ya sabes que para mantener tu nivel, tu estatus, tu disponibilidad; para mantenerte listo, dispuesto, efectivo y útil a la sociedad tienes que cambiar otra vez de coche. Los diesel ya están mal vistos por tus buenos conciudadanos. Buscas ese modelito compacto pero espacioso con ese look neovintage italiano que recuerdan, paradójicamente, los tiempos de la escasez de petróleo con sus coches burbuja. Y lo buscas a gasolina de esos que consumen 3l/100km y pagarás con un dinero que no tienes ni sabes si lo tendrás; la letra, el seguro, los impuestos, esas reparaciones fuera de garantía en un sistema de inyección con obsolescencia programada que te llevarán después plantearte pasar al GLP. Porque ya sabes que eres más listo y es la alternativa para poder ir un paso por delante de todos esos futuros loosers a los que miras con desprecio, consumirás menos, llegarás más lejos y solo será un poco más de dinero a amortizar en pocos años. Te sientes más listo, más rápido, el mejor y la publicidad refuerza en ti esa sensación.

Pero mientras haces números sentado al ordenador a las 3 de la mañana, tu chiquilla, hinchada y sonrosada por la cortisona, respira, noche si noche también, por una máscara de Hello kitty nebulizadores y diferentes aerosoles mientras tu mujer, con voz cansada y rota, canta suavemente: "en el coche de papá, nos iremos a pasear". Y en Ebay encontrarás el regalo perfecto para ella por su 5º cumpleaños, una nueva maquinita para mantenerla tranquila y a salvo, en casa, en su mundo diseñado, moviendo el dedito y disfrutando de la vida sin vivir vida alguna.

¡Ojo! En dos horas te levantas, ya no te acuerdas pero el “curre” se ha trasladado a una nave más barata para la multinacional, media hora más lejos y más cara para ti. Entras a las 6, y sin darte cuenta ya estas pegado al parachoques de uno de esos supercamiones diesel que hace poco que permiten circular por Europa desde que se firmó, en secreto, el TTIP de 2018. Una lluvia sucia es proyectada contra tu parabrisas por ese monstruo de 8 ejes mientras circulas a 80 km/h, más pendiente de los numeritos ámbar del consumo que de la carretera o lo que suceda a tu alrededor, total el sistema de proximidad te ayudará en cualquier momento. En la radio unos locutores histriónicos repasan la última tontuna pseudograciosa del personaje famosillo por enésima vez, aun así necesitas ese ruidillo molesto para evitar oír la realidad que te rodea.

Lejos, en un campo cercano a la autopista, tu mirada se cruza por una décima de segundo con un individuo harapiento que empuja una carretilla embarrada con algunas herramientas, tu mecanismo de autoprotección salta de inmediato y te dices para tus adentros: Gentuza antisistema, abandonados, quieren que volvamos al siglo XIX. Y te reconfortas subiendo dos puntos la calefacción de tu asiento de polipiel, metes 5ª para permitirte también el derroche de adelantar mientras suben los numeritos ámbar, que inmediatamente se ponen en rojo, y un mensaje automático locutado por una voz femenina salta en el sistema de audio: Las autoridades recomiendan una conducción eficiente y sensata, por su seguridad, por su salud, por su economía: por favor: ¡no corras papa!. Esa última frase era la voz de tu hija grabado el día que os entregaron el coche en el concesionario.

Y llegas al lugar por dónde, por tus casi 13 horas vitales diarias, te suministran 700 euros con cierta puntualidad, dos meses arriba, dos meses abajo. Algo no marcha bien, no hay movimiento y unos papeles se escapan por una puerta entreabierta. Como por instinto; ¡vaya forma estúpida de instinto el de mirar una pantalla!, enciendes tu Iphone 8. Dos Whatsapp: -el primero de tu mujer, está en urgencias con tu hija cianótica, la 3ª vez este mes y ésta ya no la cubre el seguro. Ese seguro que te permitiría alzarte entre el resto de humanos y huir del colapsado sistema de seguridad social, porque ya sabes que eres más listo y es la alternativa para poder ir un paso por delante. El otro mensaje es de un número privado y dice: "RR.HH. ------- su contrato ha sido rescindido. Sin finiquito. Si desea una carta de recomendación escriba a RR.HH@----.com. Gracias por sus servicios. Whatsapp de acuerdo a la ley de despido libre telemático del 23 marzo de 2019."

Subes al coche y te quedas en silencio un momento, esperando algo, un ruido, un grito... el crash.

El silencio, roto por unas pequeñas gotas cristalinas que estallan en el parabrisas, envuelve tus pensamientos. Destellos de ideas tratan de apartarte de esa primera y absurda intención e incluso para quitártela de la cabeza abres la ventanilla y sacas la mano. Dejas que la lluvia toque tu piel intentando recordar cuando fue la última vez que sentiste la naturaleza, sin artificios, sin prisas, ese ritmo anárquico de la lluvia sacudiendo las hojas de un árbol, el alboroto de un riachuelo transparente que se escapa montaña abajo casi de manera traviesa. Casi por un momento has saboreado otra vez aquella zarzamora y sentido el intenso calor del verano en tu piel.

Un artificio, un ruido sintético te devuelve a la realidad más angustiosa y fría, es el teléfono que suena a través de los altavoces, es la madre de tu mujer. Antes el orgullo y un tono de superioridad habrían gobernado la conversación que habría quedado zanjada en cuestión de dos minutos, pero todo aquello ha ido cayendo desde el mismo momento que descuelgas. Irás a verlos, irás a ayudarlos, iréis todos y lo último se lo dirás cuando la veas porque habrá que hablarlo largo y tendido.

Es curioso como después de esta conversación te sientes tonto, simple y tienes la sensación de estar retrocediendo hacia atrás tan deprisa que en cualquier momento caerás sobre tus posaderas de manera absurda mientras todos a tu alrededor se ríen de ti señalándote con el dedo. Pero a la vez te sientes libre, sin peso, con un miedo vivo y vital que te obliga a despertar, decidir y actuar con total lucidez.

Esta sensación te ha ido acompañado todo el trayecto hasta el hospital ignorando todas las indicaciones y sugerencias, incluso cuando tus pensamientos trataban de ordenarse y te permitían percibir sonidos exteriores creíste oír a través de la radio la voz de tu hija diciendo: ¡Corre Papá!

La sala de inhaladores infantil no es en absoluto un lugar frio o siniestro, al menos en principio. Se trata de una sala decorada con los personajes de los dibujos animados, con sabanas de colores y las máscaras se disimulan con motivos simpáticos para evitar el rechazo de sus jóvenes usuarios. Pero no te sorprendes ya de nada pues ya has estado ahí, pero ahora vuelves con una firme intención.

Tu mujer acaricia a tu hija casi de manera rítmica en un gesto que trata de apaciguar los malestares de ambas. Irrumpes en el lugar con una energía inadecuada, excesiva, urgente. Madre e hija se percatan de inmediato, sobresaltadas por tu pelo mojado y tu aliento acelerado, de inmediato se calman al reconocerte. Sin tiempo a saludos o recibimientos la cotidianeidad ataca en boca de la más responsable en tu familia:

-Cariño ¿qué haces aquí? ¿y el trabajo? -inquiere airada y asustada tu mujer, interrumpida de inmediato por tu hija que parece recobrar el resuello mientras su vocecilla grita plastificada dentro de la máscara: -¡Papa!¡Has venido!-.

Coges a tu hija en brazos y tu mujer recoge las cosas mientras alarmada y sorprendida sólo es capaz de seguir mientras trata de escuchar, sorprendida lo que hablas con la niña:

-¿Dónde vamos papa? -pregunta mientras se arrulla en tu cuello.

-A jugar a un juego nuevo hija, a uno muy difícil.

-Pero me he dejado la tablet en casa, mamá no la ha cogido -responde incorporándose y mirando con cierta inquietud a su madre.

-Tranquila cariño, este juego sólo se puede jugar con las manos -le dices mientras empujas la puerta de unas escaleras, que ya nadie usa, pues tienes prisa por salir.

-¡Qué divertido! ¿Mamá también juega? -inquiere la niña sorprendida por ver el camino que está tomando todo.

-Jugaremos todos y todos los días.

-¿Y cómo se llama? -pregunta sospechando que algo más grande está sucediendo, algo que nunca antes ha vivido.

-Pues se llama: en la granja de la iaia.

-¿como el Farm Ville? -inquiere tratando de asirse a conceptos familiares y tranquilizadores para aquella situación tan diferente.

-Mil veces más divertido y muchísimo más difícil. Pero tranquila mi vida, es un juego al que todo el mundo ha jugado alguna vez pero hace mucho que no sabemos, además la abuela nos ayudará -respondes mirando a tu mujer mientras le tiendes la mano.

Y es que ella lo ha entendido todo, todo le encaja y aunque parezca que el mundo empieza a tambalearse en realidad empieza a cobrar un sentido que hace mucho había perdido. Mil preguntas, temores y sentimientos la desbordan como te desbordan a ti pero simplemente los interioriza y te coge de la mano porque las mujeres son capaces de eso y muchísimo más, pero tú no lo sabes. Como a partir de ahora, que te darás cuenta de la cantidad de cosas que nunca supiste y es que nunca fuiste más listo, más rápido o el mejor y tampoco tienes porque serlo.
 

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