viernes, 29 de diciembre de 2017

The Oil Crash: año 12



Queridos lectores,

Como cada año por estas fechas hago un repaso de las noticias que, a mi entender, han marcado más claramente el curso del mismo desde el punto de visto de la creciente escasez de recursos y sus impactos socio-económicos. En muchos sentidos, 2017 ha sido un año de transición, un año de espera. Lo peor de la crisis económica y financiera que empezó en 2008 y que se recrudeció en 2011 ha quedado ya superado, a pesar de que ha dejado profundas huellas: en Occidente, con unas clases medias que no son capaces de recuperar su renta disponible, y en el resto del mundo, con amenazas más cercanas e inmediatas. Hace ya tres años, en septiembre de 2014, que el precio del petróleo bajó repentinamente, después de 3 años de precios medios históricamente elevados. Ese bajo precio de la materia prima energética que es la sangre de nuestro sistema económico es lo que ha permitido a Occidente levantar cabeza mientras que ha hundido a otros países. Y eso obviamente ha desencadenado muchas consecuencias.

La revisión de hechos que ahora mostraré no pretende ser, ni mucho menos, exhaustiva, sino ofrecer un pequeño punto de complementariedad con las informaciones que verán estos días en la prensa. Un punto de vista alternativo sobre por dónde va y hacia dónde se dirige nuestra sociedad.


- Atentados en Barcelona (y en otros muchos sitios): Durante 2017 las oleadas de atentados de carácter extremista, casi siempre fundamentados en una visión obcecada del Islam, han sido la norma. Los muertos se cuentan por miles, los heridos por decenas de miles. Pocos de estos atentados llegan a trascender significativamente en las pantallas de los televisores occidentales porque pasan en países muy lejanos no geográficamente pero sí de las preocupaciones de la mayoría de la gente de aquí. Ocasionalmente, algunos de esos atentados tienen lugar en nuestro suelo y entonces experimentamos personalmente el vértigo del horror absurdo e indiscriminado del terrorismo. Eso es lo que por desgracia ha pasado este año en la ciudad donde yo trabajo, Barcelona. Unos atentados afortunadamente chapuceros, ejecutados por un grupo de jóvenes fanatizados, dejaron un reguero de muertos entre Barcelona y Cambrils, en una jornada negra de agosto de este año. Unos atentados low cost sin utilidad ni efecto a ningún otro fin que el horror por el horror mismo. La reacción de la sociedad española en su conjunto fue de unánime repulsa ante tanta barbarie, y después, poco a poco, el recuerdo de esos tristes días se ha ido borrando. Pero el de Barcelona, a pesar del impacto que nos ha causado a nosotros, ni siquiera entra destacado en el ominoso ranking de los atentados globales de 2017: de acuerdo con la lista que proporciona la Wikipedia, en 2017 se han producido 8 atentados (en Siria, Afganistán, Libia, Somalia y Egipto) con más de 100 muertos cada uno. Cada mes de 2017 ha habido en el mundo más de 100 atentados, con al menos 10 por mes que han causado más muertes que en Barcelona. Ése es el triste y desquiciado mundo en el que actualmente vivimos, aunque esta negra realidad no siempre transcienda a los medios de comunicación.

- Final del Estado Islámico: El pasado 21 de noviembre el presidente de Irán declaraba el final del Estado Islámico. Durante los últimos tiempos las fuerzas de Irak, Iran y Siria han actuado conjuntamente para arrinconar al autoproclamado califato, que llevaba operando en la zona desde 2014. El papel que habrá tenido Arabia Saudita, probablemente suspendiendo su subrepticio apoyo a Daesh, es algo que tardaremos años en saber. El caso es que tras la caída de Mosul y otras ciudades importantes, la superestructura del Estado Islámico se puede considerar completamente desarticulada. Eso no quiere decir, obviamente, que todos los combatientes de Estado Islámico hayan sido aniquilados, sino que pasamos a una nueva fase del conflicto que en realidad es una vieja: grupos terroristas clandestinos, atentados indiscriminados, etc. Esencialmente, una puesta al día de Al Qaeda. La caída del Estado Islámico probablemente no tendrá efectos positivos sobre la plaga del terrorismo global (si no la empeora), y simplemente cambiará quién se beneficia de la venta del petróleo que se produce en la zona.

- Las otras guerras: Nada ha cambiado respecto al año pasado. Algunos países, como Ucrania y Yemen, no consiguen salir del agujero de guerra y destrucción donde cayeron, mientras que negros nubarrones se dibujan en el horizonte para muchos países, como Argelia, Nigeria y media docena más; incluso Venezuela, donde la producción de petróleo cae ya a un ritmo del 14% anual podría precipitarse en un importante conflicto civil, más si cabe si se desencadena una nueva crisis económica global.


- El problema invisible: los refugiados: Si Vd. le pregunta a una persona por la calle cómo está actualmente la situación de los refugiados que huían de la guerra de Siria y de otras guerras, lo más probable es que le diga que no lo sabe. Es un tema del cual prácticamente ya no se habla. En parte porque el flujo de refugiados ya no es tan intenso, es cierto, aunque no siempre por buenas razones (recuerden la vergonzosa coacción de Italia y Libia a la ONG Open Arms cuando ésta última intentaba rescatar refugiados en medio del Mediterráneo). Pero aún hay centenares de miles de refugiados hacinados en campos de concentración principalmente entre Grecia y Turquía, en condiciones precarias y sin poder asentarse en Europa ni tener la posibilidad de rehacer sus vidas. El problema no ha desaparecido, sigue ahí pero simplemente no se habla de él. Sshh, no hagan ruido.



- Sequía intensa en España: España en su conjunto está sufriendo el año más seco desde 1965, y si se va al detalle en algunas zonas de España no hay registros de una sequía tan fuerte como la de este año. Y eso pasa en particular en Galicia, que está en la llamada España húmeda, donde este año los incendios forestales han arrasado una enorme masa forestal, al mismo tiempo que el norte de Portugal también ardía. Las pérdida de cobertura boscosa juntamente con las escorrentías de las cenizas (cuando llueva) y la llegada de los fuertes temporales de finales de este año, unido a la propia sequía, puede producir cambios drásticos en la estructura ecosistémica de Galicia y pone en peligro su actual condición de vergel atlántico. El estrés hídrico de Galicia se manifiesta en las dificultades de las explotaciones agropecuarias y también en el suministro de agua a grandes ciudades como Vigo. En el extremo opuesto de la Península, el bajo caudal del río Tajo imposibilita trasvasar agua a la cuenca del Segura y pone en serio peligro la viabilidad de la huerta murciana si la situación se prolonga en demasía. Entre medias, en las dos Castillas, los embalses están en mínimos y en algunas zonas ya no tienen agua para dar de beber al ganado. Probablemente éste es el problema más grave que está sufriendo ahora mismo España, pero su eco queda acallado por las convulsiones políticas (a las que luego me referiré) y también por el enorme grado de alienación de la Naturaleza, de la tierra misma, que tiene la población general, que se piensa que si no tiene agua en el grifo entonces la comprará embotellada y que no se plantea de dónde salen los alimentos que come.


- Otro año de precio del petróleo estancado, pero..: Este año hemos continuado con la tregua que ha dado el precio del petróleo, que se ha mantenido alrededor de los 50 dólares por barril durante la mayoría del año. Esto ha sido tremendamente conveniente para las economías occidentales, incluyendo los EE.UU., que son netamente importadoras de grandes cantidades de petróleo. Sin embargo, a final de año se ha observado una tendencia creciente que ya dura unos meses y que probablemente anticipa lo que tanto la Agencia Internacional de la Energía (AIE) como el banco HSBC prevén para el año 2018: un fuerte repunte del precio del petróleo, debido, por una parte, a la disminución de los stocks almacenados previamente, y por la otra, a la fuerte caída en la inversión petrolífera. Todo apunta a que el año 2018 es un año de fuerte riesgo de que se produzca un nuevo pico de precios.

- Desinversión en petróleo (excepto EE.UU.): De acuerdo con las estadísticas que proporciona la AIE, después de una caída del 46% en el bienio de  2014 a 2016, de 2016 a 2017 se ha observado un ligero repunte, del 6%, en la inversión global en exploración y desarrollo de nuevos pozos de petróleo y otras explotaciones de hidrocarburos líquidos.
Sin embargo, este repunte es sólo debido al fuerte aumento de inversión en los EE.UU., quien ha incrementado un 50% la inversión en upstream actualmente para generar tan sólo un leve aumento de la producción global: el petróleo de fracking norteamericano supone solamente el 5% de la producción global y cada vez cuesta más mantener su producción, pues los pozos duran poco tiempo y hay que perforar nuevos a un ritmo creciente, y aún más debido a que se ha explotado primero los pozos más rentables y van quedando los más marginales para el final. De hecho, como suele explicar Art Berman, el fracking es un negocio ruinoso, cosa ya más que verificada tras 7 años de explotación. El actual incremento de inversión en un negocio que se iba a pique sólo puede explicarse por las políticas proteccionistas de Donald Trump, que está favoreciendo la producción doméstica aunque eso implique el empobrecimiento de su país, en una idea completamente equivocada de intentar ser el que más tiempo aguante. Y a pesar de todo eso, a escala global el tenue incremento de inversión de este año no compensa en absoluto las caídas de los dos años previos, máxime cuando el grueso de la inversión de ha concentrado en el peor de los recursos disponibles y el que menos rendimiento tiene, con lo que el descenso de la producción en los próximos e inmediatos años (por las razones que ya discutimos en su momento) parece completamente imposible de evitar.

- ... y también en renovables: Podría pensarse que las malas perspectivas del sector de los hidrocarburos, con unos precios de venta excesivamente bajos para los productores, debería favorecer a la industria de generación de energía renovable, pero parece que tampoco es ese el caso. Como muestra el gráfico de Bloomberg que acompaña a estas líneas, que corresponde al tercer trimestre de 2017, la tendencia no es en absoluto creciente y más bien tiene una cierta tendencia decreciente. No es fácil caracterizar la tendencia en el sector, pues como el gráfico de inversión trimestral de aquí arriba muestra hay repetidos ciclos de inversión típicamente anuales (las visibles "escaleras de 4 peldaños" en la franja roja, que corresponde a la región de Asia Pacífico, muy dominada por la economía china, tan planificada a nivel central). El gráfico también muestra una disminución rápida de la inversión en Europa, Oriente Medio y África, sólo compensada ligeramente por la que se ejecuta en América (todo el continente). En todo caso, da la impresión de que hay un punto de inflexión en la inversión renovable, un verdadero cambio de tendencia, que habrá que seguir con atención durante los próximos años, tratando de dilucidar qué parte de esta menor inversión proviene del abaratamiento de las tecnologías y qué parte proviene de la falta de interés de los inversionistas.

- Evolución del PIB mundial: Todos los indicadores avanzados apuntan a que el PIB mundial este año aumentará, y no sólo a escala global sino en la mayoría de los países, incluyendo a la mayoría de las economías occidentales. Se diría que en este momento se está sacando el máximo partido del abaratamiento de la energía y se deja atrás los dos años previos de estancamiento e incluso retroceso. Cuando se produzca el próximo pico de precios del petróleo podremos dilucidar hasta qué punto la recuperación económica era sólida o sólo un espejismo favorecido por el bajo precio del petróleo.

- El laberinto catalán (y el español): Este año la situación política en España, principalmente debido al problema catalán, ha sido realmente caótica. Éste ha sido el tema al que más posts le he dedicado este año en el blog, y en general esos artículos han tenido bastante mala recepción debido a la fuerte emocionalidad que rodea a este tema, a pesar de que la mayoría de las cosas que yo intuía se han acabado verificando. Los últimos dos meses, con la autonomía intervenida por el gobierno, han supuesto una relativa pero tensa tregua, y ahora que las nuevas elecciones han dejado claro que el independentismo tiene una base social consolidada muy amplia pero no suficiente sería el mejor momento para que los políticos se ganasen su sueldo e hiciesen aquello que se supone que deben hacer: política. Ninguno de los dos bandos en disputa (la nomenclatura de los cuales varía según el bando: para unos son soberanistas versus unionistas, para los otros son secesionistas versus constitucionalistas) tiene legitimidad para reclamar una victoria absoluta sobre el otro, pues la sociedad catalana está dividida en dos mitades de tamaño semejante, quizá un poco más decantada en este momento del lado independentista. Nadie parece tener las ideas claras de hacia donde seguir y por lo que se ve la posibilidad de negociar no está sobre la mesa; mientras tanto, la maquinaria judicial sigue su paso imparable, lo cual puede crear aún más dificultades a la política. El peligro de que el problema catalán se enquiste y degenere es bien real. Como ya he planteado varias veces, el tema catalán puede ser la forma que tome el colapso en el caso concreto de España, mientras que con nuestra visión hormigácea seguimos oliendo la manzana sin ser capaces de llegar a ella. Por otro lado, conviene recordar que el actual Gobierno de España se sostiene con un apoyo precario tras un año de infructuosos intentos que llevó a una repetición de elecciones, y que factores emergentes (por ejemplo, el creciente apoyo electoral al partido político Ciudadanos) pueden causar su caída e inaugurar un nuevo período de inestabilidad política en España. Cataluña puede ser la gota que haga colmar el vaso español.

- Europa ante la encrucijada: El año que ahora termina ha dejado en Europa muchos problemas mal resueltos por las propias instancias europeas. A las negociaciones del Brexit se le ha unido el persistente crecimiento de la ultraderecha en Centroeuropa, la cuestión arrinconada pero para nada solucionada de los refugiados, la cuestión catalana (que no es tan fácil de arrinconar debido a la desfachatez de Carles Puigdemont de huir precisamente a Bélgica) y ya en la recta final del año las elecciones alemanas que han dejado una situación de ingobernabilidad semejante a aquella a la que nos vamos acostumbrando por estas latitudes. Después de dos meses de negociaciones, parece que la única coalición viable para Angela Merkel es con los socialdemócratas, cuyo líder, después de rechazar categóricamente la posibilidad de reeditar la Gran Coalición, se ha visto obligado a reconsiderarla tras consultar a sus bases (¿les suena similar a algo?). Entre tanto, la popularidad del presidente francés Emmanuel Macron continúa siendo bastante mediocre, después de las reformas liberalizadoras que ha tomado. El corazón político de Europa sufre mientras la periferia se va anquilosando, justo en el momento en que se debería ser capaz de dar una respuesta eficaz a grandes desafíos cuyo curso empeorará en los próximos años: los refugiados, el desencanto de las clases medias, la dificultad de acceso a los recursos, los crecientes estragos del cambio climático y, en cualquier momento, una crisis económica que se está cocinando a fuego lento y que tiene visos de ser mucho peor que la de 2008. Lo preocupante de todo esto no es que, cuando  estos problemas muestren su peor cara, falte un liderazgo fuerte en Europa, sino qué tipo de liderazgo se instaurará.


Éste es el resumen del año que pronto acaba. En seguida discutiré mis previsiones para el año que comenzará. Permanezcan en sintonía.

Salu2,
AMT

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